Preocupaciones económicas aumentan en China
La estabilidad económica de China enfrenta desafíos sin precedentes bajo el liderazgo de Xi Jinping, quien se ve obligado a navegar un entorno de desaceleración del crecimiento y aumento de la insatisfacción popular.
Durante cuatro décadas, China experimentó un aumento impresionante en ingresos y riqueza, llevando al país a ser una potencia económica mundial. Sin embargo, recientemente, los motores de esta prosperidad se han visto afectados por una serie de desafíos. Entre ellos, la crisis inmobiliaria, la guerra comercial con Estados Unidos, la represión de los empresarios y los prolongados cierres debido al COVID-19 han paralizado el crecimiento que antes se daba por sentado.
Xi Jinping, a diferencia de sus predecesores, no puede confiar en un rápido aumento de la prosperidad para sostener el apoyo al Partido Comunista. El milagro económico que facilitó la estabilidad política ahora enfrenta una prueba de resistencia.
Para muchos ciudadanos chinos, la realidad económica ha cambiado drásticamente. El señor Hu, un trabajador de fábrica en Shanghái, representa el cambio de perspectiva. Después de años de movilidad ascendente, ahora ve cómo su hogar pierde valor y sus ingresos adicionales por servicios de transporte disminuyen. Como él, muchos en China sienten la desesperación de una economía en desaceleración y se quejan de la ineficacia de los dirigentes.
El panorama es similar para Huang, un comerciante de materias primas en Guangdong, y Zhao, un investigador de una empresa energética estatal. Ambos han visto cómo sus ingresos disminuyen y sus planes de vida se desmoronan debido a la crisis inmobiliaria y la falta de confianza en el futuro económico.
Los datos oficiales muestran un crecimiento de ingresos más lento que en cualquier otro periodo de la era de reformas. Sectores clave como el inmobiliario y el tecnológico han sido golpeados duramente por las políticas del gobierno para frenar excesos. El resultado es una economía donde la inversión privada se estanca y el pesimismo crece.
Las fábricas y oficinas están más enfocadas en despidos que en contrataciones, y la inversión extranjera ha disminuido significativamente. La falta de confianza empresarial y laboral se traduce en menos inversión y una menor disposición a adquirir nuevas habilidades, creando un círculo vicioso que agrava aún más la situación económica.
El gobierno de Xi Jinping ha intentado contrarrestar estos desafíos con medidas de estímulo, incluyendo la emisión de bonos y la reducción de tasas hipotecarias. Sin embargo, estas acciones no han cambiado el panorama general de una economía afectada por desequilibrios estructurales como la elevada deuda y la baja tasa de natalidad.
El objetivo de Xi es una expansión económica más sostenible, impulsada por industrias de alta tecnología en lugar de la especulación inmobiliaria. A pesar de los esfuerzos, la percepción de los ciudadanos es de incertidumbre y preocupación.
El desvanecimiento del milagro económico chino pone a prueba la capacidad de liderazgo de Xi Jinping y la estabilidad del Partido Comunista. Con una economía en desaceleración y una población cada vez más insatisfecha, el reto para el gobierno es grande. Las políticas actuales buscan estabilizar la situación, pero el éxito a largo plazo dependerá de la capacidad para fomentar un crecimiento equitativo y sostenible.