
Fallece el expresidente de Uruguay José Mujica
El expresidente uruguayo José Mujica, ícono de la izquierda y referente mundial por su sencillez, falleció a los 89 años tras una larga lucha contra el cáncer.

José Mujica, exmandatario uruguayo y referente internacional de la política austera, falleció este martes a los 89 años. Su deceso fue confirmado por el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, a través de redes sociales, donde expresó su agradecimiento por la entrega y el amor de Mujica hacia su pueblo. El exlíder había sido diagnosticado con cáncer de esófago en 2024 y, tras una metástasis en el hígado, decidió interrumpir el tratamiento. “Hasta acá llegué”, expresó en enero, meses antes de partir.
La trayectoria de Mujica estuvo marcada por su paso por la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros en los años 60 y por los más de diez años que pasó en prisión durante la dictadura militar. Pese a las duras condiciones de su encierro, logró reconstruir su vida pública y convertirse en una figura respetada a nivel mundial. Tras recuperar la libertad en 1985, comenzó una carrera política que lo llevó al Senado, luego al Ministerio de Ganadería y finalmente a la presidencia, cargo que ocupó de 2010 a 2015.
Una presidencia de reformas progresistas
Durante su mandato, Mujica impulsó leyes vanguardistas como la despenalización del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la histórica legalización del cannabis, aprobada en 2013. Esta última medida colocó a Uruguay en el centro del debate global sobre nuevas estrategias para combatir el narcotráfico. También su administración se destacó por políticas de inclusión social, la apuesta por energías renovables y una gestión económica que aprovechó el impulso del mercado internacional para mantener un crecimiento sostenido.
Fiel a sus principios, rechazó los lujos del poder: vivía en una modesta chacra a las afueras de Montevideo, conducía un viejo Volkswagen y donaba la mayoría de su salario. Esta forma de vida, alejada de la ostentación, le ganó el apodo del “presidente más pobre del mundo” y reforzó su imagen de coherencia entre discurso y acción, algo poco común en la política regional.
A pesar de su cercanía con líderes de la llamada “marea rosa” en América Latina, Mujica mantuvo posturas críticas frente a modelos autoritarios y populistas. Defendió la inversión extranjera y el diálogo como herramientas para el desarrollo. “No cambié un carajo, pero le di sentido a mi vida”, confesó meses antes de morir. Su legado trasciende ideologías: representa la posibilidad de ejercer el poder sin perder la sencillez ni la dignidad.
