Este viernes, Venezuela vive un día histórico que podría marcar el fin de más de dos décadas de régimen chavista. Edmundo González Urrutia, líder de la oposición y reconocido internacionalmente como presidente electo, regresa al país tras su exilio para asumir el cargo que le fue arrebatado mediante un cuestionado proceso electoral. Mientras tanto, Nicolás Maduro, atrincherado en el poder, ha lanzado amenazas directas de detenerlo en cuanto pise suelo venezolano.
Por primera vez en años, la oposición logró romper la narrativa oficial al presentar pruebas contundentes de su victoria electoral. Las actas publicadas por el equipo de González Urrutia contradicen los resultados anunciados por el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo. Este hecho desencadenó el reconocimiento de la mayoría de la comunidad internacional hacia González como presidente legítimo de Venezuela, debilitando aún más la ya erosionada credibilidad de Nicolás Maduro.
Sin embargo, este reconocimiento internacional no ha frenado la ola de represión dentro del país. Desde detenciones arbitrarias hasta intentos de silenciar a figuras clave de la oposición, el régimen busca a toda costa mantener su control absoluto.
El regreso de González Urrutia supone un desafío directo al chavismo. El líder opositor ha expresado en repetidas ocasiones su intención de asumir la presidencia: “Estoy comprometido con la lucha por la libertad y la democracia. Venezuela será el epicentro de este cambio global”, declaró durante su reciente gira por América Latina, donde obtuvo el respaldo de líderes como Gabriel Boric, Daniel Noboa y Joe Biden.
No obstante, en Caracas, el régimen no ha mostrado disposición para facilitar una transición democrática. Maduro ha emitido órdenes de detención contra González y su equipo, mientras refuerza el control del espacio aéreo y moviliza fuerzas militares para evitar cualquier intento de ingreso del líder opositor.