Sednaya: el infierno oculto de la represión siria
Una prisión convertida en símbolo de atrocidades y desaparecidos.
Sednaya, una cárcel situada en las afueras de Damasco, es un lugar marcado por el horror y la violación sistemática de derechos humanos. Desde su apertura en 1987, ha sido escenario de torturas, ejecuciones y desapariciones forzadas que, tras la caída del régimen de Bashar al Asad, la han convertido en un destino de peregrinación para miles de familias en busca de respuestas.
Construida entre 1981 y 1986 en un árido terreno confiscado por el gobierno sirio, la prisión de Sednaya albergó desde el inicio a disidentes políticos y presos comunes bajo un régimen de control absoluto. Con capacidad para entre 10,000 y 20,000 reclusos, constaba de dos edificios principales: el “blanco”, destinado a militares acusados de delitos comunes, y el “rojo”, reservado para civiles y militares detenidos por expresar opiniones contrarias al régimen o bajo acusaciones de terrorismo.
A lo largo de los años, esta prisión secreta adquirió el apodo de “matadero humano” debido a la magnitud de las atrocidades cometidas en su interior. Según Amnistía Internacional, entre 2011 y 2015, entre 5,000 y 13,000 personas fueron ejecutadas, la mayoría en la horca. Testimonios de sobrevivientes describen una estructura diseñada no para obtener información mediante tortura, sino para degradar y eliminar sistemáticamente a los presos.
El fin de la era Sednaya llegó de forma abrupta cuando los rebeldes tomaron Damasco y Bashar al Asad huyó de la capital. El domingo, tras la retirada de las fuerzas de seguridad, cientos de reclusos salieron del complejo, marcados por el hambre y el maltrato extremo. Desde entonces, el lugar ha sido invadido por miles de familias que buscan desesperadamente pistas sobre sus seres queridos desaparecidos.
Organizaciones como la Asociación de Detenidos y Desaparecidos de la Prisión de Sednaya (ADMSP) han trabajado intensamente en estos días para recopilar información. Sin embargo, la búsqueda de posibles celdas subterráneas o prisioneros atrapados ha sido desmentida por las autoridades de rescate y la propia asociación. “No hay evidencia de detenidos bajo tierra, y la información publicada en algunos informes de prensa es errónea”, aclararon.
La magnitud del sufrimiento en Sednaya ha sido documentada por organizaciones internacionales y ex reclusos. En 2016, Amnistía Internacional reconstruyó la cárcel mediante modelos 3D y testimonios de 65 sobrevivientes. Salam, un abogado de Alepo, recuerda su llegada: “Cuando me llevaron dentro de la prisión, pude oler la tortura. Es un olor especial a humedad, sangre y sudor”.
Omar, otro sobreviviente, describe el propósito de las torturas: “En los centros de inteligencia las palizas eran para hacernos confesar. En Sednaya, parecía que el objetivo era la muerte, una especie de selección natural para deshacerse de los débiles”.
El recinto, de 1,4 kilómetros cuadrados, se ha convertido en un lugar de peregrinación para aquellos que buscan respuestas. Familias revisan listas de presos y recorren los pasillos que algún día albergaron a sus seres queridos. Según la ONU, más de 100,000 sirios han desaparecido desde 2011, y muchos de ellos acabaron en Sednaya.
Sednaya es más que una prisión; es un recordatorio de los horrores de la represión estatal y la impunidad. Aunque el régimen que la mantuvo operativa se ha desmoronado, el dolor de las víctimas y sus familias sigue vivo. Este “matadero humano” permanece como un símbolo de la urgencia de justicia para un país marcado por el sufrimiento y la búsqueda de la verdad.